INTELIGENCIA ARTIFICIAL, ESTUPIDEZ HUMANA

Una llamada a recuperar el sentido común, en la relación infancia-pantallas

El pasado fin de semana impartí una jornada sobre Pedagogía Verde, en un máster de innovación educativa. Hablando de infancia y pantallas, una de las participantes, funcionaria de una Consejería de Educación, comentó que los únicos dineros, que les llegan de Europa, son para comprar “tecnologías”. Y no cualquier tecnología: solamente tecnologías digitales.
No es de extrañar que la mayoría de los gobiernos, sean de la orientación política que sean, manifiesten claramente su intención de digitalizar al máximo la educación incluida la inclusión de la inteligencia artificial.¹
Y tampoco extraña que, en muchos centros, mientras los profesores están reculando frente a los excesos tecnológicos, se sigan acumulando cajas y cajas de tablets, o se renueven continuamente ordenadores y pantallas, que todavía funcionan, sin que nadie lo haya pedido…
Todo apunta a que es imprescindible una gestión más racional de los presupuestos educativos, centrada en las necesidades vitales de unos alumnos ya suficientemente debilitados por los “excesos tecnológicos” de la gestión pandémica.
Desde hace décadas, la evidencia científica y empírica muestra que los procesos de humanización (base fundamental de cualquier labor educativa) requieren un contacto cotidiano con la naturaleza.²
Cuando los niños y niñas viven y aprenden en entornos naturales, son mejores personas porque se desarrollan plenamente: están más sanos física y psicológicamente; son más empáticos, sociables, imaginativos y creativos. También se sienten mejor, están de mejor humor, tienen mejores capacidades cognitivas (espacial, atención, memoria…) y menos conflictos.
Lamentablemente, lo contrario también es cierto. Se ha probado y demostrado repetidamente, que los entornos artificiales (encementados, digitales, virtuales…) no permiten que los niños y niñas se desarrollen correctamente. La razón principal es que, desde hace la friolera de 7 millones de años, (o 250000 si solo consideras tu ancestro al homo sapiens), los complejos organismos infantiles están acostumbrados a crecer en estrecho contacto con el mundo natural.
Desgraciadamente, en materia educativa y de cuidado a la infancia, estamos llegando a un momento de máxima incoherencia. Y también de máxima visibilidad de unos intereses que van en contra de la mayoría, incluso de los intereses de nuestra especie.
Conscientes de esta realidad, millones de familias y docentes de la Península Ibérica, Europa y Latinoamérica, están pidiendo que en los centros se trabaje en y con la Naturaleza.
Sin embargo, nuestros responsables políticos y administrativos, al más alto nivel, desoyen el clamor popular, la ciencia, la experiencia y hasta el sentido común. Nos obligan a innovar comprando y manejando pantallas. Utilizando unos aparatos que solo benefician a quienes los producen y los venden.
Que frenan los importantísimos procesos de humanización que se producen en la infancia, y están contribuyendo a debilitar e incluso corromper la naturaleza humana.
Es hora de recuperar el co-razón, la razón compartida. El sentido común y la inteligencia humana, al servicio de nuestra especie. Igual que las abejas ponen en el centro de la colmena el cuidado de sus larvas, es el momento de dar importancia a la forma en que criamos y educamos a nuestros niños y niñas. Como adultas y adultos, tenemos una enorme responsabilidad para con ellos y con todos los seres humanos que vendrán después de ellos. Cuidar de la naturaleza en general y de la naturaleza humana, en particular, es nuestra misión más importante, en estos tiempos absurdos.

Heike Freire

1. https://es.ara.cat/sociedad/educacion/educacion-sucumbe-ia-pide-profesores-adapten_1_4937697.html ↩︎
2. Para una buena revisión de estudios desde los años 70 hasta el siglo XXI, véase por ejemplo:
   Chawla, L. (2015). Benefits of Nature Contact for Children. Journal of Planning Literature, 30(4), 433–452. doi:10.1177/0885412215595441  ↩︎