Falsas creencias sobre infancia, coronavirus y confinamiento I
Autores
José María Paricio Talayero
Pediatra. Doctor en Medicina. Diplomado en Diseño y Estadística en ciencias de la Salud.
Presidente de APILAM. Creador de www.e-lactancia.org y www.telasmos.org.
Autor del libro “Tu eres la mejor madre del mundo”(EdicionesB-Penguin-RH)
Fundador del primer Comité para la Humanización de la Asistencia en el Hospital de Gandía (Valencia) en 1984.
Jefe de servicio de Pediatría 20 años y miembro 15 años del equipo de Transporte Neonatal de la provincia de Alicante.
Padre y abuelo.
Heike Freire
Filósofa, Psicóloga y Pedagoga.
Asesora de organizaciones públicas y privadas, administraciones y centros educativos.
Formadora de docentes y familias.
Editora y directora de diversas publicaciones de Psicología y Pedagogía.
Autora de los libros: Educar en Verde (Graó) y Estate quieto y atiende (Herder)
Directora del Curso Superior de Pedagogía Verde. Florida Universitaria
Activista por los derechos de la infancia y de la Tierra
Madre
Tras la publicación en el diario El País-Mamas&Papas de nuestro artículo: Ocho falsas creencias sobre los niños y el confinamiento, muchas personas nos habéis hecho llegar vuestras reacciones y comentarios. La inmensa mayoría expresa gratitud y alivio, además de interés y satisfacción por unas ideas y unos datos científicos que aportan sosiego y serenidad (en estos tiempos de angustia y miedo) además de argumentos sólidos tanto para vuestra propia reflexión y organización, como para compartirlos con familia y amigos.
También nos habéis hecho llegar algunas dudas y preguntas que nos animan a continuar trabajando para profundizar en cada una de estas creencias.
Comenzamos entonces con la primera entrega de la serie, dedicada a la:
Falsa creencia número 1: La infección por coronavirus es peligrosa para los niños y niñas
El miedo de las familias a que sus criaturas enfermen
Susana vive en el centro urbano de una capital. Tiene dos hijos muy movidos de 3 y 7 años que ahora mismo llevan casi un mes encerrados en casa. Desde el inicio del confinamiento, le ha resultado muy duro no poder bajar un rato, con los críos, al jardín público, cercano a casa, al que solían acudir cada día. Pero, conforme ha ido pasando el tiempo, lo que más le angustia es que lleguen a contagiarse y enfermar.
Como ella, muchas madres y padres temen que el coronavirus ataque a sus criaturas y aprovechan cualquier excusa para consultar al pediatra. Expresan su ansiedad por ese bebé que tienen algo acatarrado o porque ellas mismas lo están y temen contagiarle directamente o a través de la lactancia.
El porqué de nuestros miedos al COVID-19 es fácil de averiguar: la información se ha transmitido de manera alarmista y sin matices, en los medios de comunicación. El pánico no nos deja razonar y abarrota, más que nunca, la puerta de entrada al sistema: los centros de salud y las urgencias hospitalarias.
Además, algunas formas de informar deberían ser corregidas o desmentidas porque nos hacen entrar en una espiral de angustia individual y colectiva que obstruye la acción comunitaria y hace muy difícil pensar y actuar de una manera sensata y racional.
Se echa de menos una estrategia centralizada de comunicación que emita unas directrices o recomendaciones mínimas a los medios, con el objetivo de acompañar y, sobre todo, de tranquilizar a la población.
Lo que sucede en las familias es un fiel reflejo de lo que ocurre en la sociedad en su conjunto, agravado por la responsabilidad hacia los hijos: el coronavirus es lo peor que te puede, que les puede pasar, es como la peste, el diablo y la muerte a la vez. En algunas casas ¡incluso lo llaman el cocovirus!
Sin embargo, nada más lejos de la realidad. Simplemente se trata de un microbio. Nuevo, pero no es la peste. Contra la peste no había nada; contra el coronavirus tenemos, o deberíamos tener, muchos medios para combatirlo.
Pero es que, además, el coronavirus COVID-19 no es peligroso durante la infancia y juventud.
¿Es la infección por el coronavirus de 2019 peligrosa para niñas y niños?
El coronavirus NO tiene consecuencias graves para la inmensa mayoría de los menores y de las personas sanas por debajo de los 40 años.
Lo vamos conociendo bien y se parece en su sintomatología y modo de transmisión al resto de virus respiratorios del invierno (gripe, rinovirus, virus respiratorio sincitial y otros coronavirus ya habituales).
En lo que respecta a la infancia, es mucho más benigno que el resto de los virus de invierno. Sin ir más lejos, en Italia, a finales de marzo, la mortalidad entre los menores de 30 años había supuesto el 0,04% del total de fallecidos, mientras que el 95,1% eran personas mayores de 65 años. China y otros países del mundo han reportado escasísimos o ningún fallecido menor de 10 años, ni siquiera recién nacidos contagiados. En España, a 6 de abril, el 95,6% de los fallecidos tenían más de 60 años y el 96% padecían una enfermedad previa de tipo crónico. Menos del 0,2% de los fallecidos eran menores de 30 años. Prácticamente todos los niños y niñas, han estado asintomáticos, o sus síntomas han sido muy leves.
¡Qué diferencia con otro virus habitual de los meses fríos y frente al que no tenemos vacuna: el virus respiratorio sincitial (VRS)!
Este virus, el VRS, se ceba, además de en personas muy mayores, sobre todo en bebés muy pequeños, provocándoles una enfermedad a veces grave y a veces mortal, sobre todo en menores de 3 meses y prematuros: la bronquiolitis.
Uno de los autores de este artículo ha convivido durante más de 40 años con lactantes enfermos de VRS ingresados en el hospital. ¿Se imaginan el revuelo y angustia que causaría si cada año, -porque el VRS acude todos los años a su cita invernal-, los medios de comunicación empezaran a difundir todos los días el número de bebés ingresados en hospitales por este motivo y el número de los que acaban en cuidados intensivos?
Como cualquier otro virus o bacteria conocidos, el coronavirus, puede resultar peligroso e incluso ocasionar alguna muerte también en niños, jóvenes y personas de cualquier edad, especialmente si tienen alguna enfermedad crónica de base. Por eso, nuestros esfuerzos deben centrarse en proteger a personas de edad avanzada y a las de cualquier edad, incluida la niñez, que padezcan alguna enfermedad crónica de base.
Si tus hijos están globalmente sanos, si comen saludablemente, se mueven, se relacionan, juegan y “trastean” no deberías preocuparte. Asegúrate de renovar el aire de casa, intenta que disfruten de un poco de sol y de movimiento cuando sea posible, interésate por las cosas que les gustan y dedícales un tiempo de atención especial cada día. Verás cómo te lo agradecen.
Y sobre todo cuídate. Reconoce y honra tus miedos : te ayudan a protegerles y expresan el inmenso amor que sientes por ellos y ellas. Pero procura no confundirlos con la realidad. Y no dejes de confrontarlos con ella. Tus hijos e hijas necesitan tu presencia, tu valor y tu confianza. Un entorno cálido y amoroso contribuye a fortalecerles a todos los niveles: a su fuerza física y emocional, y a su sistema inmune.
En la próxima entrega hablaremos de:
Mentira número 2: Los niños son los principales vectores del contagio
Bibliografía:
Istituto Superiore di Sanità:Caratteristiche dei pazienti deceduti positivi a COVID-19 in Italia. Acceso el 08.04.20.
Informe sobre la situación de COVID-19 en España. Informe COVID-19 no 21. 6 de abril de 2020. Acceso el 08.04.20.
Wei M, Yuan J, Liu Y, Fu T, Yu X, Zhang ZJ.Novel Coronavirus Infection in Hospitalized Infants Under 1 Year of Age in China. JAMA. 2020 Feb 14. doi: 10.1001/jama.2020.2131. Acceso el 28.03.20.