Celebrar la llegada de la primavera

La historia de Perséfone no solo ofrece una explicación mítica para el invierno y la llegada de la primavera. También nos invita a contemplar nuestra existencia cíclica, a valorar las transformaciones en sus momentos de recogimiento, tanto como en sus momentos de expansión.

Démeter y Perséfone (a la que también llamaban Core) son dos diosas griegas gemelas, personificadas como madre e hija. Démeter representa la tierra fértil, beneficiosa para la agricultura, mientras Perséfone es la personificación de la fuerza vital que impulsa a brotar y hace crecer la vegetación. Ambas eran veneradas en los Misterios de Eleusis, una de las ciudades que custodiaba los más antiguos y preciosos secretos de la cultura griega.

Cuentan que Hades, el terrible y temido dios de las profundidades, del Hades o Mundo de los Muertos, se enamora perdidamente y decide secuestrar a la hermosa Core-Perséfone, mientras recogía flores en los campos, acompañada de un cortejo de ninfas.
Démeter abandona entonces el monte Olimpo, el hogar de los dioses, para iniciar un triste y desesperado viaje por el mundo, en busca de su querida hija. Atravesada por el dolor, viste de negro en señal de duelo y pasa nueve días, con sus respectivas noches, sin comer ni beber. En su peregrinaje la acompaña Hécate, la diosa de las Encrucijadas, Anciana Sabia que junto con la Doncella y la Madre forma la Triple Diosa característica de todas las sociedades matrísticas, anteriores a las civilizaciones patriarcales.

Vagando por los caminos, Démeter se encuentra con Baubo, una vieja criada que al verla tan triste, levanta inesperadamente su falda para mostrarle la vulva, sin mediar palabra. Démeter sonrie por primera vez después de muchísimo tiempo.
Por fin, gracias a Helios, el dios del Sol, Démeter confirma las sospechas levantadas por un joven príncipe: mientras Perséfone recogía flores, la tierra se abrió dando paso a un carro tirado por bravos corceles negros. El rostro del conductor era invisible y con el brazo derecho sujetaba a la muchacha que gritaba con todas sus fuerzas. Al saber que su amada hija ha sido secuestrada por Hades, hermano de Zeus, la diosa entra en cólera y decide dejar de sustentar la vida. Toda la Tierra se sume en una noche oscura y estéril, es imposible que nada vuelve a crecer ni a florecer. Además de una inmensa tristeza, humanos y animales atraviesan una larga y amarga hambruna.

Zeus, el padre de los dioses, trata de aplacar la ira de Démeter enviándole mensajes y regalos. Pero ella está decidida a mantener la situación hasta recuperar a su hija. Démeter. Finalmente Zeus convence a Hades para que libere a la doncella, pero éste consigue que antes de irse pruebe las semillas de una granada. Habiendo probado la comida de los muertos, Perséfone queda para siempre vinculada a su secuestrador. Con la mediación de Zeus, Démeter y Hades llegan a un acuerdo: la joven pasará tres meses al año en las profundidades del Hades, con su marido, y el resto con su madre, sobre la tierra. De esta forma, la vegetación regresa, cada primavera, después del crudo invierno.

Pero la historia de Démeter y Perséfone no solo ofrece una explicación mítica para el invierno y la llegada de la primavera. También nos invita a valorar nuestra existencia cíclica, a vivir las transformaciones en toda su amplitud, tanto en sus momentos oscuros, de recogimiento, como en sus períodos de crecimiento y expansión.

A celebrar la explosión de la vida, su fuerza, su belleza y toda la alegría que nos aporta.

¡Feliz Primavera! ¡Feliz reencuentro con la vitalidad de la Tierra!

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