Para tomar conciencia del lugar que ocupan las nuevas tecnologías en nuestras vidas y el grado de dependencia que tenemos (y decidir si es, o no, el que deseamos) es interesante programar “tiempos sin pantallas” o ………… :un momento cada día, un día a la semana, una semana al mes o incluso un mes al año, generalmente coincidiendo con las vacaciones. Todos los miembros del grupo familiar, de amigos o escolar, debemos asumir el compromiso, sin excepciones: si solo afecta a los pequeños, lo vivirán com un castigo y sentirán una gran frustración al ver que sus padres continúan haciendo lo que a ellos les está vetado. Durante este período, descubrimos de forma natural todas las cosas que podemos hacer cuando estamos “desconectados” de la tecnología y “conectados” con el mundo natural que incluye el paisaje pero también a todos los seres vivos, humanos y no humanos, que nos rodean. Pasamos más tiempo con nosotras mismas (aburridas, soñando, reflexionando o simplemente respirando, sintiendo), y tambén con los demás (contemplando, charlando, jugando, paseando, tocando, abrazando…). Compartimos aficiones, salimos al aire libre y desarrollamos más actividades que implican movimiento, imaginación, fantasía y creación. La vida social con la familia, los amigos y los vecinos se ve fortalecida. En la escuela, los alumnos están más concentrados y menos cansados que habitualmente. Aprendemos a “soportar” la frustración y el aburrimiento, ese estado del que el poeta José Bergamín decía que es “la perla de la ostra” y movilizamos recursos inesperados y sorprendentes, volviendonos mucho más creativos.